Páginas

23.10.12

"Mujeres libres"

Ella decide : a) que será casta mientras no vuelva a enamorarse y b) que no hablará de aquel incidente con Julia.
Al día siguiente telefonea a Julia , se encuentran para almorzar y se lo cuenta todo. Piensa, mientras habla, que así como siempre ha rehusado hacerle confidencias a Patricia Brent o, por lo menos, se ha negado a ser cómplice de las críticas sardónicas que Patricia hace de los hombres ( Ella cree que la ironía casi benevolente de las críticas que Patricia dirige a los hombres será la que un día llegue a dulcificar su propia amargura actual, y no está dispuesta a que ese día llegue ), en cambio se muestra pronta en todo momento a confiarse a Julia, cuya amargura se transforma rápidamente en un desprecio corrosivo. De nuevo, decide no dejarse llevar por este tipo de conversación con Julia, pensando que dos mujeres cuya amistad se basa en sus críticas a los hombres son lesbianas psicológica , si no lo son físicamente.
Esta vez mantiene la palabra que se ha dado a sí misma de no hablar con Julia. Se encuentra sola y aislada.
Entonces le pasa algo nuevo : empieza a sufrir atormentadores deseos sexuales. Ella está aterrorizada porque no puede acordarse de haber sentido nunca deseo sexual como algo en sí, sin referencia a un hombre determinado;o , por lo menos, no recuerda haberlo sentido desde su adolescencia , y entonces era siempre en relación con una fantasía acerca de un hombre.
Ahora no puede dormir, se masturba al tiempo que experimenta odio hacia los hombres. Paul se ha desvanecido por completo en su mente . Ella ha perdido al hombre fuerte y cálido de su experiencia, y sólo puede recordar en él a un cínico traidor. Sufre deseo sexual en el vacío. Se siente muy humillada, pensando que eso significa su dependencia de los hombres para las <necesidades del sexo>, para <aplacarse>, para <saciarse>. Utiliza estas expresiones crueles para humillarse a sí misma.
Luego se da cuenta que ha caído en una falsedad acerca de sí misma, lo mismo que acerca de las mujeres, y de que no debe perder de vista la siguiente certidumbre: cuando estaba con Paul no sentía apetito sexual si no se lo provocaba él; cuando él se ausentaba por unos días, recuperaba la calma hasta que volvía. La rabiosa hambre sexual de ahora no provenía del sexo, sino más bien de la penuria emocional de que adolecía toda su vida. En fin, estaba convencida de que cuando volviera a querer a un hombre, su espíritu recobraría la normalidad: la sexualidad de la mujer está contenida en el hombre, por así decirlo, a condición de que sea un hombre auténtico ;está, en cierto sentido, adormecida por él. La mujer no piensa en el sexo.
Ella se aferra a esta certidumbre y piensa :<Cada vez que mi vida atraviesa un período de sequedad, un período de muerte, hago lo mismo: me aferro a un conjunto de palabras, de expresiones que corresponden a un tipo de conocimiento, aun cuando soy consciente de que están muertas y carecen de sentido. Pero sé que la vida volverá y que las hará vivir también a ellas. ¡Qué extraño resulta que una tenga que aferrarse a una serie de frases, y que, además, crea en ellas!>
Entre tanto, los hombres le hacen proposiciones y ella las rechaza porque sabe que no puede amarlos. Las palabras que usa para sí misma son : <No me acostaré con un hombre hasta que no sepa que puedo amarle>.





Fragmento extraído del cuaderno amarillo del cuaderno dorado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario